Skip to main content

James Bond 007: Blood Stone

Desde Bizarre con (poco) amor.

Tras el correcto aunque olvidable Quantum of Solace que desarrolló Treyarch en 2008, Activision ha echado este año toda la carne en el asador para recuperar con éxito la franquicia 007. La apuesta, sin duda, es aparentemente espectacular: un remake (o reinvención, más bien) del mítico Goldeneye de Nintendo 64 para Wii, y una nueva entrega original para consolas de nueva generación por obra y gracia de Bizarre Creations, uno de los estudios británicos con mejor reputación entre los aficionados al videojuego.

Con la nueva película fuera de juego (su producción está paralizada de forma indefinida debido a los problemas económicos de la Metro Goldwyn Mayer) Blood Stone es, de momento, lo más cerca que vamos a estar de una nueva aventura de James Bond. Y las bases, sin duda, están ahí: Daniel Craig y Judy Dench prestan su físico y su voz para los papeles de 007 y M, la cantante Joss Stone - que también aparece durante el juego como única chica Bond - interpreta el tema principal compuesto por Dave Stewart (Eurythmics) y el guión corre a cuenta de Bruce Feirstein, quien ya escribió los libretos de Goldeneye, El mañana nunca muere y El mundo nunca es suficiente.

Pero a veces eso no basta, y Blood Stone es un buen ejemplo de ello. La historia sigue los cánones habituales de la franquicia, pero de tantas veces que la hemos visto se vuelve fácil y previsible, carente de cualquier atisbo de factor sorpresa. Faltan guiños a entregas anteriores (más allá de la anecdótica presencia del Aston Martin de Goldfinger durante unos minutos), villanos carismáticos, tensión sexual con la chica Bond y gadgets (el único que usaremos es un triste teléfono móvil). Y sobretodo falta algo más de libertad, porque todo está tremendamente prefijado de antemano.

Gran parte de la aventura toma la forma de un juego de acción en tercera persona con toques de sigilo (totalmente opcionales, eso sí) que recuerda irremediablemente a los protagonizados por otro agente secreto, Sam Fisher. Su desarrollo, por desgracia, es bastante repetitivo y poco emocionante: la variedad de armas es exigua, y ni los enemigos tienen una IA muy trabajada ni la dificultad representa un reto a la altura de las habilidades de 007. Incluso sus dos novedades principales (por llamarlas de alguna forma) parecen desaprovechadas.

Los takedowns (movimientos cuerpo a cuerpo) son demasiado efectivos y acaban convirtiéndose en el recurso fácil para avanzar rápido por los abundantes pasillos que recorremos. Con su ejecución conseguiremos puntos para hacer focus attacks, un sistema de autoapuntado a cámara lenta similar al de Splinter Cell Conviction que tampoco da mucho de si, principalmente porque no se incentiva su uso. El sistema de coberturas, al menos, funciona correctamente y no nos deja vendidos durante los numerosos tiroteos en los que nos vemos envueltos.

El otro componente principal son las persecuciones con vehículos (coches, principalmente, aunque también hay lanchas y un hovercraft), en las que Bond persigue a un enemigo concreto mientras el escenario vuela literalmente en pedazos. Son, sin duda, los momentos más espectaculares de Blood Stone, aunque pecan de ser excesivamente breves y de abusar hasta la saciedad de los eventos scriptados. Por lo menos, y con la excepción de la persecución de Siberia, donde las caídas al agua son inevitables hasta que conocemos bien la ruta, estas fases funcionan bastante bien y proporcionan un subidón de adrenalina considerable.