Just Cause 2
Agárrate como puedas.
Imaginad que vamos en coche y que nos están persiguiendo unos cuantos matones en jeeps. ¿Cómo podemos darles esquinazo?
- Opción a) Embistiéndolos con el propio vehículo y haciendo que choquen contra un árbol. Un clásico que nunca falla.
- Opción b) Subiéndonos al techo de nuestro coche y disparándoles. Con un poco de suerte acertaremos y bye bye.
- Opción c) Subiéndonos al techo de nuestro coche y lanzar el gancho para ir de un salto al suyo. Una vez ahí acabamos con el copiloto, le damos unas tortas al conductor y pasamos a controlar su vehículo. Ideal cuando el nuestro empieza a echar humo.
- Opción d) Subiéndonos al techo, pegar un extremo del gancho al coche de los otros y el otro a un árbol, a la propia carretera, a un edificio o a otro coche. Como irán en velocidad las consecuencias ya las podéis imaginar: trompos, vueltas de campana y destrucción.
- Oción e) Subiéndonos al techa e interactuando con elementos destructibles: una gasolinera, barriles que salen disparados… la explosión debería mandarlos al mar, como poco.
Y podría seguir. Ahora meted más variables. Cambiad el coche por un helicóptero, un caza o un boeing. O una lancha. Cambiad el coche enemigo por un grupo de seis o siete vehículos y diez o doce motoristas. En vez de metralleta tenéis rifle de francotirador o una recortada…
Esta es, sin duda, la gracia y esencia del juego. Las miles de posibilidades que tenemos en cada caso para solucionar los problemas en los que nos metemos.
En las primeras horas todo este mundo inexplorado te parecerá glorioso, grande e inacabable. El problema quizás viene luego, cuando ya le hemos dado mucha caña, y cuando hemos hecho prácticamente todas las perrerías posibles. Entonces es cuando empiezas a pensar que quizás no hubiese estado de más meter algo más de destructibilidad en el escenario, más objetos con los que interactuar, aprovechar un poco más el gancho… hay una ligera sensación de que todo se podría haber exprimido un poco más. No es una queja, pero sí un poco una lástima.
Las misiones
Just Cause 2 no se tiene que tomar en serio. De hecho hasta los diálogos son exageradamente de serie B, con frases lapidarias dignas de John McClaine.
Las misiones siguen por ahí y la historia, de hecho, es lo de menos. La Agencia nos manda a Panau, una isla ficticia de más de 1.000 km2, a poner un poco de orden y resolver algunos asuntos. Ahí descubriremos que hay tres facciones rebeldes y tendremos que aliarnos con ellas para que nos den trabajo a cambio de información. Paralelamente tendremos que seguir el hilo argumental acabando los objetivos que nos marcan nuestros jefes.
Todas las misiones se desbloquean generando “caos”. Y esto es tal como suena: pasando por los cientos de pueblos y bases militares de la isla y destrozándolo todo —bueno, de hecho sólo ciertos elementos como tanques de combustible y depósitos de agua, etc, porque los edificios no se destruyen—. Podremos buscar, también, unos coleccionables que nos darán puntos para mejorar nuestros vehículos, armas y armadura. Para ir de un punto a otro podremos llamar a nuestro contacto del mercado negro, que nos dará un paseíto o nos dejará cerca los suministros o vehículos que le pidamos.