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L.A. Noire

El deseo de ser diferente.

Cinco años de desarrollo, que son poco más o menos los que lleva L.A. Noire en el horno de Team Bondi, resultan el lapso de tiempo que puede marcar la “zona roja” de un juego. Hemos conocido muchos casos de muerte por sobredesarrollo, de juegos que —al final— se han descalabrado o se han llenado de demasiadas tensiones internas: demasiadas tecnologías conjugadas, demasiados cambios sobre la marcha, demasiadas decisiones de última hora que no encajan en el marco del juego. Es fácil perderse en un paseo cuando los árboles no te dejan ver el bosque, así que se necesita tener una visión muy concreta de lo que se quiere conseguir para no desviarse del destino deseado. La apuesta tiene que ser firme, y esa firmeza se aprecia en L.A. Noire desde el primer momento: el deseo de ser diferente, de ofrecer algo conocido con el encanto y el sabor de lo nuevo.

L.A. Noire es un juego bastante distinto a lo que pueda parecer en un principio. Sí, su protagonista Cole Phelps es un héroe de la II Guerra Mundial que vuelve a Los Angeles para convertirse en detective del LAPD, así que tiene una inmensa ciudad que explorar, coches que conducir, tiros que disparar, entuertos que desfacer: donde acabe la deducción racional y templada del detective empezará la persecución —también a pie, con una tensión logradísima—, el espionaje y el seguimiento, la coacción, las peleas cuerpo a cuerpo y el momento de sacar la pistola reglamentaria e intentar que no nos agujereen el sombrero. El elemento “acción” está presente como una parte integrante más de la mecánica jugable pero, por lo que vimos, no es la parte principal: sobre cualquier otro aspecto, L.A. Noire es un juego lleno de misterios que resolver.

Pero en términos generales, bajo su disfraz de sandbox, de tiroteos con coberturas y persecuciones en coches de época, L.A. Noire tiene un genuino gusto a aventura gráfica. Los escenarios del crimen que tendremos que investigar vienen subrayados por una deliciosa música de jazz que nos invita a tomarnos las cosas con calma, a examinar el entorno en busca de pruebas. Cuando encontremos un objeto con el que interactuar, un par de notas de piano resaltarán en la banda sonora, y un zoom nos acercará al detalle perfecto si manipulamos la prueba correctamente. Pero no todo es fácil para el detective Phelps: no todos los elementos del escenario serán relevantes para el caso, así que tendremos que poner nuestro olfato y nuestra intuición para averiguar cuáles importan y cuáles no. ¿Esta cabeza reducida tiene que ver con el accidente? ¿Estas braguitas arrancadas quieren decir algo? ¿Tiene esta fotografía un significado oculto?

Los detalles y el examen preliminar de las escenas de los crímenes nos pertrecharán de pruebas para poder pasar a la fase más relevante y divertida de la investigación: encarar a los acusados y los testigos. Es aquí donde el Team Bondi ha tirado la casa por la ventana, porque lo más impresionante que pudimos ver en esta primera toma de contacto con L.A. Noire es sin duda la representación en el juego de las interpretaciones de los actores. Creednos si os decimos que hasta que no lo veáis en directo no podréis haceros una idea de lo increíblemente detalladas que son las animaciones faciales, capturadas a la perfección, hasta el punto de poder reconocer a primera vista a los actores no sólo por su aspecto, sino hasta por gestos que les caracterizan. Por ejemplo: para los espectadores habituales de Mad Men, Californication o Fringe, reconocer a algunos actores será cuestión de décimas de segundo por las miradas, por las sonrisas, por los gestos de duda, por la mueca de los labios.