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Mass Effect

2008: Una odisea espacial.

El comandante Shepard es un simple humano sobre cuyos hombros recae el futuro de la galaxia y de todas las razas que la habitan. La comandante Shepard es una tía dura y despiadada que no dudará en eliminar por la fuerza cualquier obstáculo que se le presente, o bien Shepard es un tipo sensato y sensible que prefiere negociar y que jamás pondrá en peligro vidas inocentes. El comandante Shepard está al mando de la Normandy, la nave con la tecnología más asombrosa de la galaxia. El comandante Shepard nunca deja que sus emociones se inmiscuyan en el cumplimiento de su deber o, por el contrario, Shepard antepone sus intereses personales a la misión y sacrificará cualquier cosa antes que traicionar sus sentimientos.

El comandante Shepard es el protagonista de Mass Effect, la última aventura interactiva de BioWare, publicada para XBOX360 (más adelante también para PC) y, mucho más importante que todo lo anterior: el comandante Shepard eres tú.

…And then he was a she.

Es una mala idea tratar de clavar una alcayata con un teléfono móvil, igual que intentar llamar a alguien con un martillo. Es importante saber lo que las cosas son para poder usarlas adecuadamente y exactamente lo mismo puede decirse de Mass Effect: es importante saber lo que Mass Effect es y lo que no es para poder apreciarlo. Visto desde fuera y desde lejos podría pasar por un juego de acción tipo Ghost Recon o Gears of War (sistemas de cobertura, pequeños detalles tácticos y tiroteos enconados en amplios escenarios), pero quien se dejase llevar por esa impresión estaría cometiendo un importante error de apreciación. Sin duda, Mass Effect incorpora aspectos propios de un título de pura acción pero, bajo su rudo aspecto pistolero anida un juego de rol perfectamente reconocible en sus rasgos: crearemos nuestro protagonista de la nada, dotándole de un pasado, asignándole una de las seis clases disponibles y, cómo no, podremos decidir su evolución –y la de aquellos personajes que nos acompañan- distribuyendo a discreción los puntos de experiencia que vayamos acumulando en nuestro periplo galáctico. Nos meteremos en la piel de nuestro o nuestra Shepard, interactuando con multitud de personajes, mejorando equipos y armamentos, refinando nuestros poderes y habilidades y tomando dolorosas decisiones que afectarán drásticamente al curso de la historia.

Sin embargo, ese inconfundible olor a humo y los proyectiles revoloteando a nuestro alrededor mientras esperamos ansiosamente a que la maldita escopeta se recargue nos seguirán diciendo que éste no es un juego de rol al uso. ¿Dónde está la tranquila seguridad de los puntos de salud y los porcentajes? ¿Porqué media docena de androides y un par de gigantescos guerreros Krogan forrados de armas nos disparan sin cesar, parapetados tras una pila de cajas? La respuesta a estas preguntas es la clave del éxito jugable de Mass Effect: su flexibilidad. Ante el combate siempre podremos optar por la casilla “alégrame el día” del gatillo fácil y la acción directa o bien por la más reflexiva alternativa de mantener la batalla en suspenso mientras evaluamos nuestras opciones, repartimos órdenes a nuestros compañeros y combinamos estratégicamente el uso de la potencia de fuego y nuestros asombrosos talentos mutantes (conocidos como poderes bióticos) para enfrentarnos a un enemigo habitualmente superior en número.

Shepard es un tío duro. Muy duro.

Pero –advertencia a navegantes- abrirse paso a tiros irreflexivamente suele cobrarse un alto peaje, en especial cuando aumenta el nivel de dificultad. El tiempo y la experiencia nos enseñarán a elegir en cada situación la opción más adecuada y, si nos molestamos en dedicarle a la mecánica de combate un mínimo de atención, Mass Effect nos sabrá recompensar con enfrentamientos memorables. Debemos saber qué pedirle y qué esperar pero, una vez aprendamos a movernos dentro de ese flexible espectro, nos plantaremos ante un título cuya amplitud de posibilidades resulta el mejor aliciente para revisitarlo una y otra vez. Esta flexibilidad, además, redunda siempre en una doble gratificación para nosotros: por un lado, sentimos que tenemos poder para decidir cómo queremos jugar y, gracias a ello, el grado de inmersión en la experiencia crece exponencialmente junto con la intensidad épica de la historia. Y, además, en compañía de un despliegue visual que aún hoy está por ser superado por algún otro juego del catálogo de la consola de Microsoft.