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MotorStorm: Pacific Rift

Más completo. Más confuso.

Lejos queda ya marzo de 2007, cuando PlayStation 3 fue lanzada en Europa junto a toda aquella montaña de polémica y ese raquítico catálogo de juegos que soportaba sobre sus débiles músculos el peso de una máquina recién nacida. Y entre ellos un juego de carreras off road, víctima de la nefasta campaña de marketing que rodeó el embarazo y parto de PlayStation 3. Fue uno de los títulos mostrado en el terrible E3 de 2005, uno de aquellos que vemos por primera vez en un impresionante vídeo que luego resulto ser eso, nada más que un vídeo que poco tenía que ver con el producto real.

Motorstorm contaba además con todos los defectos propios de un juego de lanzamiento. Se notaba que le faltaban unos mesecitos para pulir ciertas cosas y para añadir algunos elementos que acabasen de redondearlo. Quizás por eso, y por su poco agradable fachada, no cosechó buenas críticas en general y fue ninguneado por muchos de los que pudieron probarlo en aquellos días tempranos.

Sin embargo, los que concedieron a Motorstorm una oportunidad descubrieron un título técnicamente impresionante, gráficamente brillante, con un diseño de circuitos asombroso y una IA como pocas veces hemos visto en un videojuego. Una auténtica maravilla que es un ejemplo excepcional de equilibrio en cada uno de los elementos que presenta, y que configuran un conjunto extraordinariamente sólido.

De este modo, Motorstorm 2 tenía que ser ese producto que perfeccionase el concepto original, dejando de lado todos los errores y defectos que fueron consecuencia de las prisas del lanzamiento del primero pero conservando todas sus bondades. El “rise and shine” de la saga, el juego que llevara a la franquicia al lugar que le corresponde. Pero Motorstorm: Pacific Rift no va a hacer eso.

Es complicado explicar qué ha pasado con Pacific Rift. Efectivamente es un producto mucho más completo que el primero y que además carece de todos los errores que se achacaron a su predecesor. Es mucho más variado en todos los elementos que lo componen, está mucho mejor acabado y añade todo lo que echamos en falta en la primera entrega. Sin embargo ha perdido parte de la esencia que hacía del primer Motorstorm un juego especial. Y quizás esto sea una consecuencia del intento por parte de los desarrolladores de hacer un juego con muchas cosas.

Es inevitable continuar con las referencias al primero. El MS original estaba ambientado en el Gran Cañón de Colorado. Con leves diferencias, la ambientación de los escenarios era bastante parecida, si bien los distintos circuitos eran claramente distintos. En las carreras nos limitábamos a llegar antes que los demás, y en función del vehículo seleccionado debíamos cambiar un recorrido y una estrategia distintos. Era un conjunto simple, pero muy coherente, una suma de elementos llena de sentido que realmente lograba transmitir la sensación de estar participando en una prueba de corredores descerebrados por un lugar real. El extraordinario diseño de las pistas de Motorstorm daba al jugador la sensación de estar en un “sandbox” sin serlo en absoluto, y transmitía una crudeza inaudita. Ahí tienes tu moto, ahí tienes la meta. Corre.

En Pacific Rift competiremos en una isla tropical con volcanes, junglas, playas, ambientes muy diferenciados que efectivamente dan variedad a las carreras. Además durante nuestro progreso asumiremos distintos retos aparte de las carreras tradicionales, como contrarelojes, carreras con límite de destrucciones etc. Y de hecho estos elementos configuran un juego más completo, más variado y con más diversión potencial, sin embargo la suma de elementos resta coherencia al conjunto, que pierde fuerza como unidad. El diseño de los escenarios es ahora bastante más irreal, con saltos totalmente exagerados y pistas muy espectaculares pero poco verosímiles. El primer Motorstorm es a Pacific Rift lo que tirarse piedras a tirarse globos de agua.