Need for Speed: SHIFT
Volantazo en la buena dirección.
La sensación ya no es la de estar ante un juego arcade a lo bestia. De hecho, todo lo contrario: en las primeras carreras podemos llegar a pensar que estamos al volante de un estrictísimo simulador. Durante la primera carrera nos saldremos del trazado cuando aceleremos más de la cuenta, los impactos de los demás vehículos nos jorobarán sobremanera y es posible que tengamos problemas con los tiempos de frenada y la estabilidad. ¡Qué está pasando aquí! ¡Pero si estamos en un Need for Speed!
La cuestión es que el juego nos estaba poniendo a prueba: al principio hay una carrera que te ayuda a configurar la dificultad y las ayudas. Dependiendo de cómo lo hagas te propondrá una u otra configuración, que van de relativamente fácil a bastante difícil. Eso no influye para nada en las puntuaciones ni en el dinero que ganas durante el juego —un error, bajo mi punto de vista—, y puedes cambiarlo durante todo el juego si sientes que tu nivel de conducción evoluciona.
La realidad es que los de Black Box y Slightly Mad Studios han creado un híbrido bastante perfecto entre arcade y simulación. Es eso que tanto repetimos: el punto justo de irrealidad en la simulación para hacerlo disfrutable para la mayoría de la gente. Estamos ante un juego que los puristas podrán degustar pero que también es apto para los que buscan un subidón de adrenalina eventual en un par de carreras rápidas y sin demasiadas complicaciones.
En todo caso es conveniente avisar a todos los fans de la saga que quizás se estén relamiendo ahora mismo: la estructura del juego es absolutamente distinta a todo lo visto en los últimos Need for Speed. Sin duda nosotros apoyamos la decisión de abandonar el rollo argumento, sandbox y mundo abierto en pro de un planteamiento clásico en el que desde un menú accedes directamente a las carreras. De hecho así todo es muchísimo más rápido. Menú, carrera, no hay más. Y los tiempos de carga son escasos —al contrario que en DiRT 2, que es la gran lacra que tiene. Pero echamos de menos las persecuciones y los polis, que conste en acta.
Lo que sí que conserva de otras entregas de la serie es la pasión por la modificación de los coches. El número de vehículos se eleva a 60 y de fabricantes como Lamborghini, Porsche, BMW, Audi, Nissan, Chevrolet, Lotus o Dodge. No, Ferrari no está, lástima. Podremos tunear nuestros bugas —qué pandillero me ha quedado esto— tanto a nivel de rendimiento como a nivel estético. Vinilos, pintar las distintas partes, alerones…
Evidentemente el dinero no llueve del cielo. Ojalá fuese así, amigos, de esta forma podríamos estar todos en Hawaii tomando un mojito en la playa y hablando en persona del juego. Pero volviendo al tema: para poder pagar tendremos que dar unos cuantos volantazos. Durante cuatro niveles y un torneo final tendremos que superar variados retos que nos recompensarán con los tan preciados papeles verdes.