Need for Speed: Undercover
Cualquier tiempo pasado fue mejor.
La saga Need for Speed es toda una gallina de los huevos de oro para Electronic Arts. Desde que cambió radicalmente de estilo con la serie Underground, el tirón comercial y el éxito entre el público es altísimo, pese a que la calidad de los títulos, sobretodo desde que nació la nueva generación, sea más que discutible.
Muchos de los más veteranos del lugar echan en falta que la serie vuelva verdaderamente a sus orígenes con títulos al estilo Hot Pursuit. Hubo un pequeño amago con Most Wanted –aparecido en la anterior generación de consolas y en Xbox 360–, pero las entregas posteriores les han devuelto la desilusión.
Con Undercover, por desgracia, las cosas no han cambiado mucho. Pese a que regresa el espíritu de las trepidantes persecuciones con la policía pisándonos los talones, las sensaciones no son nada buenas. Nos encontramos con un título que, pese a poseer algunos detalles buenos, hace que predominen los aspectos negativos que aparecen constantemente mientras jugamos. Algo que resulta todavía más sangrante si nos fijamos en el presupuesto y en el marketing que hay tras él. Es uno de los defectos del ser humano, todo nos entra por los ojos muy fácilmente.
El juego comienza con un trasfondo muy peliculero, y es que argumentalmente podría pasar por cualquier film de Hollywood, muy tópico, eso sí. Todo transcurre en la ficticia ciudad de Tri-City, donde tomamos el papel de un policía infiltrado en las competiciones callejeras. Nuestra misión consiste en labrarnos una reputación y desmantelar (sin que obviamente descubran nuestra identidad) al sindicato del crimen de la ciudad y a los culpables de que se organicen día tras día estas competiciones ilegales.
Las escenas que entre carrera y carrera nos contarán el devenir argumental están rodadas con actores reales. Quizá sea uno de los mejores aspectos del juego ya que los chicos de Black Box han sabido otorgar un toque estupendo de cine policíaco. Entre el reparto habrá caras conocidas, como la actriz asiática Maggie Q, que es la encargada de hablarnos de nuestros rivales y aconsejarnos sobre cuáles deben ser los siguientes pasos a dar.
En cuanto a estructura, el Modo historia es lo más decente del juego, ya que ofrece una diversión directa y sin complicaciones. En la primera toma de contacto debemos de huir de la policía sin saber muy bien por qué, el caso es que aceleramos como alma que lleva el diablo. A partir de ahí se comienzan a desbloquear diversas misiones de todo tipo, las cuáles debemos vencer para obtener reputación y dinero, mucho dinero.
Las pruebas que debemos realizar son bastante variadas y amenas. Desde simples carreras en las que debemos cruzar la meta los primeros, pasando por desafíos en los que el objetivo es sacar determinada distancia al contrincante o, como no, las persecuciones policiales en las que debemos dar esquinazo a la pasma.
Al finalizar cada desafío, podemos acceder al modo libre y recorrer la ciudad a nuestro antojo, bien para sembrar el caos o para dar un simple paseo, que puede ser interrumpido si la policía nos pilla delinquiendo por la carretera. Si lo que queremos es la acción directa, accediendo al GPS podemos acceder directamente a la siguiente prueba. Algo de agradecer y que evita recorrerse todo el mapa en busca de una nueva misión.
No sólo nos da reputación el vencer en una carrera, sino nuestro estilo de conducción. Cada vez que realicemos algo espectacular, ya sea pasar rozando a otro vehículo, adelantar cogiendo rebufo o destrozar algo del mobiliario de Tri-City, obtendremos unos puntos de estilo necesarios para ser respetados por el resto de participantes en las competiciones ilegales.