Skip to main content

Okamiden

El segundo canto del cisne.

Okami fue en su día algo así como el último concierto de los Beatles en la azotea de Apple Records a principios de 1969. Un directo fresco y natural que concentró la misma esencia, no solo de la propia banda, sino del rock como género. Curiosamente, al ser una actuación improvisada, la afluencia de público se limitó a la gente que pasaba por la calle en aquel momento o los que tuvieron tiempo de llegar a Abbey Road cuando les avisaron de tal acontecimiento irrepetible. Cuentan en los libros de historia musical que incluso los trabajadores de algunas oficinas cercanas llegaron a quejarse del escándalo que estaban montando esos cinco melenudos en la mañana de aquel jueves gris.

En el caso de la que muchos consideramos la obra cumbre de la difunta Clover Studios no fue la lluvia ni la espontaneidad lo que le privó de convertirse en un título reconocido por la historia, sino una serie de catatróficas decisiones comerciales y mercadotécnicas. Su lanzamiento para PlayStation 2 cuando la plataforma de Sony ya agonizaba terminó por condenar a Okami a convertirse en un juego de culto, una joya atemporal que solo un escaso porcentaje del total de jugadores llegó a disfrutar en toda su plenitud.

Teniendo en cuenta los precedentes, sorprende que en Capcom no tomen Okamiden como una valiosa oportunidad de colocar a la franquicia en el puesto que merece y se hayan obligado a sí mismo a imitar al juego original y disminuir su escala para hacerlo caber en una Nintendo DS. Desde luego, el juego aprovecha todo el potencial que le ofrece la portátil bipantalla, pero no faltará quien prefiera ver a Chibiterasu aprovechando la alta definición y la potencia gráfica que nos ha brindado otras consolas de esta generación.

Pero situémonos un poco en su historia: hace ya nueve meses que la diosa encarnada en el cuerpo de una loba, Amaterasu, consiguió derrotar con la ayuda de Susano al diabólico ente Orochi y salvar la villa de Kamiki y todo el país de Nippon de la oscuridad. Ahora es su hijo, Chibiterasu, quien tiene la misión de mantener la paz ante el regreso de las fuerzas malévolas que quieren matar a todo ser vivo. Puesto que solo es un cachorro, Chibi deberá contar con la ayuda de diversos compañeros de viaje como el joven Kuni (el hijo adoptivo de Susano y Kushi y aspirante a guerrero), la sirena Nanami o la medium Kagu entre otros. A diferencia de lo que ocurría en Okami, aquí nuestros compañeros tendrán mucho que decir en la resolución de puzles (que en Okamiden parecen haberle comido mucho terreno a los combates, quizá porque se han visto perjudicados por un sistema de control algo torpe) y deberemos usar sus habilidades para salir airosos de ciertas situaciones.