Plants vs. Zombies
Delicioso ataque mutante.
Me han dado las 5 de la mañana, la confesión por delante. Jamás lo hubiera pensado si me hubieran dicho que iba a ser plantando patatas bomba para contrarrestar la imparable fuerza viva, perdón, no viva, de un gigantesco troll en avanzado estado de putrefacción y armado con un poste de teléfonos. Enervado, además, porque me acaba de pisar las margaritas.
La nueva presentación de POPCAP no deja de ser una modificación, no me atrevo a llamarlo evolución, del trillado género de las torrecitas. Esa naturaleza abyecta y vil que nos viene consumiendo la vida tras probar aquella pequeña dosis que nos suministró nuestro, para entonces absorto y un 80% menos productivo, compañero de curro.
Mi cerebro como garante de la inanición
Lo que alguien que lleva tantas horas detrás del mayor genocidio zombie — Infez... infecs... ¡ZOMBIE!— desde Left 4 Dead piensa versa sobre la disyuntiva existente entre los conceptos de diversión y adicción. Es normal que con la vida que llevas necesites ausentarte de tu liviana existencia. Siempre hay plazos que vencen, logros que no llegan, objetos de deseo más caros de lo que te puedes permitir y aún te sorprende lo mucho que tienes que insistir a tus amigos de lo simpática que es tu novia, a falta de otros valores de producción.
10 euros dan para poca melopea, y ni hablemos de la dañina drogaína — Niños, recordad que las neuronas perdidas no resurgen de sus tumbas.—. Hete aquí un modo de estirar un mísero billete e invertirlo adecuadamente antes de la temible deflación.
Con modales de presentación en flash consigue sumergirnos irremisiblemente en el maravilloso campo de la jardinería militarista. Tenemos guisantes gatlings, nueces escudo, maléficas enredaderas asesinas y hasta mazorcas de destrucción masiva. Todo ello para detener una legión de no muertos ataviados en su mayoría con funcionales americanas marrones, corbata roja incluida.
El esquema de juego se reduce a unas calles paralelas que los hambrientos invasores tratarán de atravesar siempre en línea recta (salvo que les plantes una temible cebolla). Se limita así el factor ‘construye tu propio camino para marearlos’ inherente a muchos de los mejores exponentes del género — Hola, Desktop Tower Defense, presente perenne en mis favoritos. —. Siendo cierto que lo simplifica en algún modo, no lo es menos que la apabullante variedad de vegetales facilita la creación de un extenso repertorio de tácticas.
También hay que sumarle las diferentes orografías del terreno. Tenemos 3 escenarios dispuestos a entorpecernos el tiro al blanco que se niega a permanecer inerte. El jardín y la piscina a los que se suma un inconvenientemente inclinado tejado. Todos con su versión nocturna y sus limitaciones a la hora de echar raíces.