Red Dead Redemption
La gran apuesta de Rockstar.
Hace no mucho os propusimos diez razones por las que no perderle la pista a Red Dead Redemption. Como somos coherentes con lo que decimos, nosotros mismos hemos hecho lo posible por seguir al corriente del desarrollo de la gran apuesta de Rockstar para este 2010 y, para nuestra felicidad y vuestro conocimiento, hemos podido adentrarnos un poco más en sus vericuetos y hemos podido, también, controlar los pasos de John Marston por el soleado estado de Nuevo Paraiso durante un buen rato.
No sorprende que en Rockstar traten de subrayar que Red Dead Redemption no es una secuela de Red Dead Revolver, ni un GTA en el oeste. Por lo que hemos podido ver, ambas definiciones del juego resultan, ciertamente, engañosas. En primer lugar, no es una secuela de Red Dead Revolver porque no hay nada que los una específicamente más que el nombre y la ambientación. Se trata más bien del juego que Red Dead Revolver debiera haber sido, de no haberse interpuesto las limitaciones técnicas y presupuestarias de la pasada generación de consolas y estudios. Desde luego, es un juego ambicioso y de gran escala, pero no sólo por su extenso mapeado o el ingente esfuerzo de diseño y maestría técnica que denota el mundo en el que está inserto: Red Dead Redemption quiere convertirse en una experiencia completa que no dependa de comparaciones externas. Y es en este sentido en el que se quiere que no sea un mero GTA en el salvaje oeste: quiere ser sustancialmente mejor que GTA, y lo que hemos visto le augura un éxito notable en la tarea.
Para empezar, Red Dead Redemption viene trufado con una cantidad de acción y de intensidad que hace palidecer a cualquier juego anterior de Rockstar. Los tiroteos son vibrantes, más exigentes que en GTA, planteados en entornos mejor diseñados y orientados al combate. Los enemigos resultan más hábiles y el sistema de semi-apuntado (muy en la línea de Modern Warfare 2) permite no eternizarse en los enfrentamientos, ya que en cada escaramuza nos las vamos a ver con un buen montón de oponentes: si sois de los que gustan de hacer muescas en el cinturón vais a necesitar uno de tamaño Falete para llevar la cuenta. El armamento es variado y contundente, el ritmo de juego alto y las situaciones parecen lo suficientemente variadas como para evitar –al menos por un tiempo– esa sensación de dèjá vu de la que típicamente sufren los sandbox.
En nuestra visita a las oficinas madrileñas de Rockstar pudimos ver una misión en la que Marston echa una mano al ejército mexicano para sofocar una rebelión: la batalla es multitudinaria, con Marston en medio del nutrido contingente de ambos bandos, saltando entre coberturas, con armas cortas, rifles de francotirador, explosiones, caballos relinchando y coceando en mitad del escenario. Tuvimos la fortuna de que Marston cayese abatido casi al final porque comprobamos que, en el segundo intento, muchas cosas sucedieron de distinta manera, los enemigos se desplegaron en diferentes posiciones, los intentos de flanqueo variaron...