Red Faction: Armageddon
Una nueva vuelta de tuerca.
Darius Mason, el protagonista de Red Faction: Armageddon, es el tipo con más mala suerte de Marte. Nada más comenzar el juego un error de juicio suyo provoca que el asalto militar a una instalación asediada por el ataque de un grupo de terroristas acabe en un completo desastre, con el terraformador encargado de adaptar la atmósfera marciana a las condiciones humanas hecho añicos.
Por si condenar a la humanidad a vivir en túneles subterráneos no fuese suficiente, Mason vuelve a meter la pata poco tiempo después, engañado otra vez por el archienemigo de la historia, Adam Hale. En esta ocasión el resultado es, si cabe, todavía más grave: Darius abre literalmente la caja de Pandora, liberando a una raza de alienígenas cuyo principal entretenimiento es comer humanos. El protagonista de Armageddon, como comprenderéis, no es el tío más popular del lugar y durante el desarrollo de la aventura no son pocos los momentos en que nos recordarán agriamente la situación que hemos causado.
El guión, tampoco vamos a engañarnos, queda muy en segundo plano y no es particularmente memorable. Se trata de una historia de sci-fi bastante estereotipada y cargada de clichés (como la chica mona que es "algo más que una amiga" y las muertes supuestamente sorprendentes pero que llevas horas esperando a que se produzcan), donde desaparece casi por completo la carga política que había en Guerrilla. La narrativa, en ese sentido, va de la mano, combinando cinemáticas con las ya habituales grabaciones (cuarenta) esparcidas por los escenarios para dar algo más de información sobre el trasfondo del universo y los personajes que habitan en él.
Armageddon, en realidad, es una secuela francamente extraña de Guerrilla. Y digo extraña porque viendo lo bien que le sentó a su antecesor la mezcla de destrucción salvaje con un mundo abierto sorprende que ahora Volition opte por tomar la dirección opuesta: Armageddon sustituye la vasta extensión de la superficie de Marte por los angostos y claustróficos túneles de su subsuelo, cambiando en gran parte su planteamiento jugable. O, en otras palabras, dejando de lado el sandbox para convertirse en un juego de acción mucho más lineal y pasillero.
El experimento, contra todo pronóstico, funciona a la perfección. Y lo hace porque sabe adaptar el concepto de Red Faction a estas nuevas condiciones, con un inteligente diseño de niveles y apostando por frenéticos combates contra numerosas hordas de enemigos, aderezando el conjunto con una variedad de objetivos y situaciones considerable. La acción es más directa y, en general, Armageddon es mucho más claro en sus intenciones, pero no abandona la seña de identidad de la franquicia: las salvajes posibilidades de destrucción de los escenarios.
Es algo que debe experimentarse en primera persona, pero hay pocas sensaciones más placenteras que matar a un grupo de enemigos tirándoles encima todo un edificio o acabar de un plumazo con un alienígena que nos dispara desde una posición elevada haciendo que se derrumbe toda la estructura que hay bajo sus pies. Volition es consciente de ello, y por eso los escenarios están plagados de elementos cuidadosamente estudiados con los que interactuar y que permiten superar las situaciones mediante un sinfín de posibilidades.
Para ello es de vital importancia el arsenal, quizás el aspecto más cuidado y equilibrado de Armageddon. Todas las armas, incluidas las básicas y que hemos visto mil veces (pistolas duales y escopeta, por ejemplo), son una delicia, pero algunas destacan de forma especial: una railgun francotiradora parecida a la que usaba Schwarzenegger en Eraser, un cañón de agujeros negros (vórtices lilas, en este caso), granadas que solo desintegran materia orgánica dejando el escenario intacto, etc. Y entre todas ellas, la reina: la Magnet Gun. Un rifle de munición infinita en el que con el primer disparo marcamos un objeto o enemigo y con el segundo, en otro punto del escenario, lo arrastramos volando y arrasando con todo lo que haya a su paso. Es el arma de nuestros sueños, esa que te permite afrontar cualquier situación como si fueses un voluminoso elefante entrando en una tienda de cristal de Burano.
Y luego está el brazalete multiusos de Mason, la nanoforja. Aparte de contener una IA parlanchina tipo Cortana, también marca con hologramas el camino hacia los objetivos y permite reconstruir rápidamente objetos destruidos, devolviéndolos a su estado original. Perfecto para, por ejemplo, reparar ese puente hecho pedazos por el que debemos pasar sí o sí para seguir avanzando. La nanoforja, además, también tiene poderes (muy tipo Star Wars) y ampliaciones desbloqueables bastante útiles, y que se consiguen gastando la chatarra que vamos recogiendo durante la aventura.