Resistance 3
Road movie postapocalíptica.
Con Resistance 3 se han alineado las estrellas. Daba un poco la sensación de que Insomniac llevaba unos cuantos años removiendo la marmita de donde sacan los shooters y la pócima que de ella salía no era del todo armónica. Sabía bien, tenía buen color, se había seguido la receta al pie de la letra, pero ¡ay el puntito de sal!
La armonía es, pues -dice el diccionario-, la conveniente proporción y correspondencia de unas cosas con otras. Y si queremos definir este juego, y además es un buen cumplido, me atrevería a decir que esa es su mayor virtud. Las piezas encajan, las mecánicas se complementan, la historia fluye y los gráficos están a un gran nivel.
En esta aventura, que se cuenta mediante un doblaje al castellano más que aceptable, llevamos a un ex militar llamado Joe Capelli que abandonó el ejército con deshonores a consecuencia de lo que pasa al final de Resistance 2. Te lo espoilean sin compasión justo al empezar, pero por si lo tenéis pendiente no diremos de qué se trata.
Todo lo que necesitáis saber es que la historia que se cuenta ya no es triunfalista, ni va de una venganza que se antojaba imposible. Todo está empapado de resignación, y ese aire le sienta muy bien porque se huye de tópicos militares y nacionalismos que ya no tienen ni lugar. Muy al estilo de Homefront o Falling Skies las batallas que se libran son mucho más de guerrilla, de pequeñas acciones casi suicidas que nacen de la valentía y de la desesperación de pequeñas comunidades reunidas casi al azar, del querer luchar por un futuro mejor y de tener la esperanza de que ahí fuera alguien, algo, estará haciendo lo mismo que tú en otro lugar.
La realidad es que el virus Quimera se ha extendido por todos lados, y ahora parece que lo que quieren ya no es tanto expandirse como ir a por algo ligeramente más ambicioso: la aniquilación total de la raza humana. Esos bichos de ojos amarillos y aspecto desagradable no se conforman con tener -posiblemente- un aliento horrible y una cara que hace llorar a los niños; se les ha ocurrido que una nueva glaciación es la opción adecuada. Y han montado la paradita en Nueva York, que si miráis un mapa de Estados Unidos queda bastante lejos de Oklahoma, que es donde están Joe y su familia.
Esta road movie postapocalíptica aprovecha esos 2.500 km de ruta para enseñarnos paisajes variados y cuidadísimos, que dan cuenta de una evolución gráfica notable y de la madurez de un estilo artístico -detallitos en todas partes, una muy correcta aplicación de filtros, una iluminación dinámica efectista...-.
Para ello utilizaremos varios vehículos, como trenes, aviones o barcos, y conoceremos a mucha gente: algunos buenos, como Charlie -carisma puro ¡y lo queremos en el multijugador!- y otros malos. Tampoco os destriparemos eso, pero hay un encuentro algo desafortunado con otro grupo de humanos que desemboca en unas cuantas horas entretenidas y que aportan un giro muy bienvenido.
Uno de los puntos más personales de la franquicia siempre han sido las armas; de hecho desde Insomniac no dudan en declarar que es el atractivo principal de la saga. Las tenemos a montones y a diferencia de lo que pasa en la mayoría de juegos actuales las podemos llevar todas a la vez.