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Spore

Rompiendo moldes. ¿O no?

Cuando en 2004 los encargados de la revista Wired le pidieron a Will Wright que inventase un nuevo concepto de juego para un reportaje especial sobre su carrera como diseñador, seguramente no se imaginaban lo que estaban desencadenando. Fue en ese artículo donde el padre de los Sims esbozó por primera vez las líneas maestras del que se ha convertido en uno de los videojuegos más innovadores de los tiempos recientes. Y parece mentira, pero ahora Spore ya está en nuestras manos.

Si cogemos la caja del juego nos daremos cuenta de que no pesa demasiado, prácticamente como la de todos los demás títulos. Quizás la edición especial sí que pueda parecer más pesada de lo normal, pero tampoco es algo que se note mucho. Sin embargo, si el peso de un juego fuese proporcional a sus posibilidades jugables, éste se llevaría la palma. Ni el levantador más preparado del mundo podría sostener con sus manos el peso de toda una galaxia. Es una imagen inverosímil, pero puede que nos ayude a entender. Pues, en el fondo, Spore es el Universo entero en una caja.

A grandes rasgos la última creación de Maxis podría ser como una road movie a lo bestia. ¿Los personajes evolucionan? Un montón. ¿Los hechos pasan rápido? A una velocidad de millones de años por segundo. ¿Hay algún objetivo final o un destino al que llegar? Por supuesto. ¿Cuál es? Tendrás que descubrirlo por ti mismo. En Eurogamer no nos van los spoilers. De todas maneras, sí que podemos decirte que lo mejor no es que esperes al final, sino que disfrutes del paisaje que verás a través del parabrisas.

De lo microscópico a lo intergaláctico

La propuesta de Spore invita al jugador a guiar el desarrollo de una especie desde su estadio unicelular hasta que se convierte en un animal más complejo, que después de alcanzar cierto grado de inteligencia decide lanzarse a la exploración espacial. Para conseguir abarcar semejante recorrido evolutivo y lograr que tenga forma de videojuego, su mecánica integra hasta cinco tipos de géneros diferentes, que corresponden a los diferentes niveles de crecimiento de nuestra especie. Por este motivo, muchos lo han catalogado como un título de “jugar a ser Dios”. No obstante, a diferencia de estos, aquí no hay un sólo Dios personificado en la figura del jugador, sino muchos dioses y muchas criaturas a la espera de entrar en contacto las unas con las otras. Todo ello se funde una sola idea, la de ofrecer una experiencia jugable que va de lo microscópico a la intergaláctico.

Con la llegada de un meteorito venido del espacio exterior nace la vida en la Tierra y empieza el viaje de Spore. Es el inicio de todo, donde tomamos el control de un organismo microscópico que, bajo el agua, debe evolucionar, crecer y llegar a tierra. Inspirado en un clásico de los salones arcade como Pac-Man y con la apariencia acuática del reciente flOw para PS3, éste es el nivel más corto y sencillo de todos, pero aún así ya demuestra claramente por dónde van a ir los tiros. La lucha por la supervivencia es algo que acompaña al jugador a lo largo de todo el juego y aquí mismo ya queda más que patente. Escapar de los organismos abusones y alimentarse serán las máximas preocupaciones del usuario durante esta fase.

Si hasta este momento el jugador había podido modificar ligeramente algunos aspectos de su pequeño organismo, no es hasta cuando se llega a la segunda fase donde realmente se nota un salto cualitativo. En el estadio criatura nuestro bicho sale del agua dispuesto a explorar tierra firme, relacionarse con otras especies y si fuera necesario combatir por llevarse algo a la boca. Entra en juego entonces uno de los principales pilares de Spore, el editor de criaturas. Se trata de una compleja -que no complicada- herramienta que permitirá al jugador modificar todos los aspectos del su personaje mediante avanzadas técnicas de animación procedural. Con unos pocos clicks de ratón crearemos criaturas en 3D de una calidad profesional.