StarCraft II: Wings of Liberty
El ajedrez del siglo XXI.
En inglés blizzard significa "ventisca" y es un término que suele asociarse a las grandes tormentas de nieve que se dan en las regiones polares. Es también el nombre de varios supervillanos de la Marvel, el de un antiguo transbordador espacial de la Unión Soviética, el apodo de un jugador de baloncesto de los ochenta y hasta el grito de guerra de una banda de ska irlandesa. Sin embargo, de todas estas acepciones la que probablemente nos dará más resultados en Google sea la de esa empresa de videojuegos californiana famosa por crear pocos títulos pero hacerlo –como se suele decir– a lo grande. Suyos son los universos de Warcraft, Diablo y StarCraft, tres nombres que bien podrían simbolizar una suerte de santísima trinidad dentro del mundo de los juegos para PC.
Partiendo de este hecho, Blizzard no es tan solo sinónimo de calidad sino también una compañía que impone, como si esa ventisca a la que hacíamos alusión fuera algo más que una nombre chulo, y lo mejor de todo es que sus responsables son conscientes de ello. Hacer esperar a sus seguidores hasta 12 años para darles la secuela de ese juego tan esperado es algo que solamente está al alcance de ese grupo reducido de compañías que gozan de la supremacía. Tomarse todo el tiempo del mundo para pulir sus creaciones hasta el último detalle, o alterar las reglas del juego con respecto a los medios especializados para que estos no puedan probarlos antes que nadie son otras muestras de ello.
El lanzamiento mundial de StarCraft II: Wings of Liberty el pasado 27 de julio es la enésima demostración de ese control con mayúsculas que no solamente se consigue con los 100 millones de dólares mensuales que se embolsan con su World of Warcraft. El gran engranaje formado por las más de 4.000 personas que trabajan en Blizzard les ha permitido lanzar el juego simultáneamente en los cinco continentes y hacerlo en 11 idiomas distintos. Una auténtica jugada de jaque mate que les ha valido para poder anunciar pocos días después que StarCraft II ya es el juego de estrategia que más rápido se ha vendido de toda la historia.
Tras ver la espectacular secuencia de introducción que abre el título, y que de hecho los aficionados llevamos viendo una y otra vez desde que el juego fuera presentado en 2007, lo primero que uno advierte es lo redondo que es StarCraft II como producto, tanto en su presentación como en prestaciones. A veces es algo que se pasa por alto, pero la forma como presentas tu creación también puede formar parte de la experiencia de juego y con este título queda más patente que nunca. Nada más iniciar la partida el jugador accede a una especie de consola de control de exquisito diseño desde la que puede acceder a las distintas modalidades de juego, ponerse en contacto con sus amigos, conocer su avance mediante los Logros, etc. Como he dicho, la navegación por estos menús forma parte de la propia experiencia de juego, es la antesala de lo bueno, pero esta salita de espera entre misiones es tan agradable que es difícil adivinar cómo demonios consiguen en Blizzard conectar tan pronto con el jugador.