The Beatles: Rock Band
La felicidad es una guitarra caliente.
Vaya por delante que quien suscribe es la personificación del público-objetivo de The Beatles: Rock Band admirador declarado del grupo, interesado en los juegos musicales pero con experiencia limitada, deseoso de una jugabilidad accesible pero profunda, y preocupado por dónde demonios va a meter en el limitado espacio del que dispone semejante copia de instrumentos de plástico –no precisamente baratos, además–. Todos estos factores son a la vez motivos –a priori– tanto a favor como en contra de hacerse con lo nuevo de EA/Harmonix: ser fan de los cuatro de Liverpool puede llevar al recelo de si el material habrá sido tratado con respeto y de si el contenido será realmente interesante. La falta de experiencia puede predisponer en contra del juego porque siempre quedará la duda de si resultará auténticamente divertido o si será sólo un mero capricho que olvidar tras unas semanas. El deseo de una interacción inmediata puede verse frustrado por una dificultad exagerada y la aspiración a la profundidad por una sencillez desbocada. Y la preocupación por el espacio y el precio... bueno, es evidente y está justificada.
Sin embargo, quien se dejase convencer por semejantes dudas y obviase la posibilidad de hacerse con The Beatles: Rock Band estaría cometiendo un error porque –quede dicho desde este momento– es un producto perfecto y un juego soberbio. Ambas bondades, para beneficio de todos y lección de algunos, no hacen sino apoyarse mutuamente con el resultado de que es un producto fabuloso porque es un juego excelente y resulta jugablemente sobresaliente porque se ha tratado de lanzar un producto completo e inteligente, enfocado al disfrute de un público tan amplio como sea posible.
En primer lugar, ¿qué es lo que lo hace a The Beatles: Rock Band tan buen juego? La mejor respuesta es que resulta inmediatamente gratificante y divertido: la inmejorable materia prima (la selección de canciones es acertadísima) se ha tratado con un saber hacer envidiable y se ha huido del peligroso enfoque que podría haber convertido el título en un “Imagina ser un Beatle”. Aquí no hay falsa simulación, esto no es un pobre sustituto de tocar un instrumento de verdad; aquí de lo que se trata es de jugar y de divertirse y la mejor manera de lograrlo es conseguir que el jugador sienta el pulso de la música, se deje llevar por el swing y se abandone al siempre variable tempo de las canciones de los Beatles. Y en eso Harmonix ha mostrado unas capacidades asombrosas: todas las canciones están perfectamente adaptadas a cada uno de los instrumentos en todos los niveles de dificultad, de modo que nada resulta más sencillo que sumergirse y la complicidad y la sinergia entre los jugadores surge en cuestión de segundos.
Subsiste el prejuicio –sin duda mantenido por quienes no lo han intentado seriamente– de que la música de los Beatles es simple y fácil de tocar. Fácil de escuchar, sí; fácil de tocar, en absoluto. Esto se aplica tanto a la realidad de la interpretación musical como al caso que nos ocupa y en Harmonix han sabido equilibrar el juego a la perfección, haciéndolo accesible pero no por ello superficial. El jugador novel encontrará toda una serie de ayudas (que a buen seguro agradecerá), en forma de tutoriales especializados para cada instrumento y unos niveles de dificultad acordes con su falta de práctica pero que, no por ello, resultan menos divertidos, desafiantes e inmersivos. Pero que no piense el jugador experimentado que este The Beatles: Rock Band va a ser un paseo por el parque: el nivel experto es un reto en toda regla, tanto para los instrumentos de cuerda como para el canto y la batería (espectacularmente exigentes). Cabe destacar que se ha incluido la posibilidad de activar un modo a prueba de fallos en el cual los errores son audibles pero en el que no se expulsa a los jugadores, permitiendo echarse unas partidas despreocupadas; ideal para echarse unas risas y tontear.