The Legend of Zelda: Spirit Tracks
Próxima estación... ¡Hyrule!
En The Legend of Zelda: Spirit Tracks nuestro pequeño héroe de capucha verde viaja de una punta a otra del mundo de Hyrule subido en una pequeña locomotora de vapor que transporta un único vagón. Lo primero que sorprende es lo mucho que ha cambiado el escenario desde que surcamos los inmensos mares azul eléctrico de la anterior entrega para Nintendo DS. No tardamos en recordar que, como pasa con casi todos los Zelda, aunque los personajes son los mismos en realidad no lo son, y las historias son completamente nuevas. Este Spirit Tracks tiene lugar aproximadamente un siglo después de Phantom Hourglass y por ello encontraremos a algunos viejos conocidos, a sus descendientes y como no podía ser de otra manera, volveremos a conocer a Zelda. Como si fuera la primera vez.
Sus ojos gigantescos lo delatan, pero al principio de la aventura nadie diría que estamos controlando al héroe de la leyenda. En los primeros compases del juego Link va vestido con un traje de maquinista y su actitud de chico responsable e inocente pueden llegarnos a recordar a la del aquel Johnnie Gray de la mítica película "El Maquinista de la General" (1926), un film donde Buster Keaton interpretaba a un conductor de tren que se las tenía que ingeniar para liberar a su amada de unos bandidos. Ambos son héroes callados y hasta cierto punto sumisos ejecutores de una justicia divina, pero su coraje les hace avanzar y conseguir sus propósitos. Como sucedía en la película, en este juego el principal protagonista es el tren, así que ya puede gustaros la locomoción sobre raíles porque prácticamente os pasaréis medio juego subidos a él.
En este sentido, hay que aplaudir la voluntad de la gente de Nintendo de querer ofrecer algo diferente en cada una de las entregas de Zelda que nos han venido sirviendo desde que apareció Majora's Mask para Nintendo 64 hace aproximadamente diez años. Se ha notado –y mucho– la huella dejada por gente como Eiji Aonuma (el productor de esta entrega) o Daiwiki Iwamoto (el director de ambos juegos para DS), cuyo objetivo –como recientemente pudimos saber en la entrevista que le hicimos Aonuma– siempre ha sido sorprender a los fans con nuevas mecánicas al mismo tiempo que hacían accesible la saga a un mayor número de personas. Así, dado que como juego es prácticamente igual que el resto de Zeldas, es del buen funcionamiento del tren y de la diversión que sea capaz de aportarnos, de lo que depende el éxito de este título.
Empecemos pues analizando la inclusión del tren. Como sabéis, los juegos de Zelda siempre nos han ofrecido una más que considerable dosis de exploración y este es un elemento que se ve perjudicado con la introducción de la locomotora. Lo cierto, es que el hecho de que no podamos bajar del tren siempre que queramos le resta gran parte de esa sensación de gran aventura y de libertad. Las diferentes tareas que hemos de realizar sobre el tren se estructuran de manera algo repetitiva y si a esto le sumamos el tedio que a veces nos provoca el tiempo que tardamos en transportarnos de un lugar a otro el juego puede llegar a aburrir en ocasiones.