Torchlight
Diablo wannabe.
"Diablo wannabe". Y no lo digo de manera despectiva. La conversión a consola del juego de PC que nos trae Runic Games es tremendamente parecido a Diablo, cierto, pero para nuestra fortuna, igual de divertido.
En Torchlight nos encontramos con un RPG de vista isométrica donde el objetivo es avanzar hacia las profundidades de la mazmorra, y digo “la mazmorra” porque, al igual que en el primer Diablo, sólo hay una. Sólo eso, sin más modos de juego ni online. A ella accedemos mediante portales fijos u otros creados ad hoc por nosotros mismos utilizando un pergamino. Cada nivel de la mazmorra es generado aleatoriamente por la máquina, cambiando de aspecto cada 5 niveles. De un entorno de fuego pasamos a otro en tonos verdosos, grisáceos, etc. Todos ellos gozan de muy buen aspecto, muy colorido para mi sorpresa.
Ya podéis intuir que si por algo destaca Torchlight es por su simplicidad, y esto puede ser un arma de doble filo. El argumento no llega a la categoría de excusa y el motivo para adentrarnos en las profundidades de la mazmorra es tan banal que no os lo voy a contar. Se trata sólo de avanzar y matar. Para mí destrozar hordas ingentes de enemigos es casi tan relajante como el sonido de un aspersor, pero es algo que tal vez no llene a todos (me refiero a destrozar hordas, lo del aspersor es imposible que no os guste). Después de todo, estamos ante el heredero de un tipo de juego que es “click”, “click”, “click”.
En cuanto a los personajes, tenemos sólo tres clases donde elegir: podemos encarnar a un alquimista, una conquistadora y un fornido guerrero que, al igual que los tíos de mi gimnasio, debería dejar el press de banca y trabajar más el tren inferior. Como os podéis imaginar, el alquimista es el típico mago, la amazona se apaña con trampas y combate a distancia y el guerrero es un especialista en susurrar tollinas. La falta de otras subclases se ve compensada por el buen número de opciones exclusivas de las que goza cada uno en su árbol de habilidades y lo personalizables que son los protagonistas. No importa si hemos elegido al alquimista, en teoría menos preparado para el combate cuerpo a cuerpo, si invertimos bien nuestros puntos podemos crear una verdadera bestia. Como es normal es estos juegos, a medida que vamos subiendo de nivel desbloqueamos nuevos ataques/conjuros o potenciamos los que ya tenemos.
Mención especial merece nuestra mascota. Se trata de un animal -podemos elegir entre varios- que nos acompaña durante toda la aventura. No podemos controlarlo más allá de establecer su predisposición al combate y, siguiendo la tónica de simplicidad general, sólo tenemos tres: agresivo, defensivo y pasivo. Alimentándolo de peces que conseguimos pescando en un minijuego hacemos que cambie de forma, ya sea temporal o permanentemente, y adquiera nuevas habilidades; incluso puede aprender dos hechizos. En mi partida ha constituido un elemento clave, puesto que lo he usado como tanque para defender a mi físicamente débil alquimista. Entre la mascota, las invocaciones y las armas a distancia era muy difícil tocarme. El único “pero” que se le puede poner es que a veces el bicho se aturrulla en sitios estrechos y se queda castigado de cara a la pared. No sucede mucho, pero hay veces que te pone en un aprieto no tenerlo al lado.
Disponemos de 5 niveles de dificultad. Yo lo he jugado en difícil y lo cierto es que las veces que me han matado han sido por ir muy a saco. Sé lo que estáis pensando: “¡Oh Dios! Pero nosotros no gozamos de tú sobrehumana habilidad”. Probablemente tenéis razón. Igualmente, os insto a ponerlo directamente en un nivel de dificultad superior, ya que el juego es bastante largo para ser un descargable (de 10 a 15 horas, mucho más si os ponéis a “levelar” y coleccionar) y se os puede hacer aburrido si no supone ningún reto.