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Transformers: La Venganza de los Caídos

Aburre hasta a las tuercas.

Reciclar es bueno para el medio ambiente. También para el bolsillo. O al menos eso parece por la invasión en las carteleras de cine de remakes, adaptaciones y secuelas. Transformers: La Venganza de los Caídos se puede enmarcar en las dos últimas, y su videojuego no se queda a la zaga. Michael “¡BAM! ¡KABOOM”! Bay resucitó la serie ochentera homónima en forma de película de acción que, por decirlo de alguna manera, no inducía en exceso al ejercicio de la reflexión. Si en una adaptación a otro formato se suele perder algo de calidad con respecto a la obra original, os imagináis por donde pueden ir los tiros en esta adaptación de una adaptación.

Pasémonos por alto la mayoría del argumento de la serie de Transformers como hizo el propio Michael “Dame-un-par-de-millones-y-yo-te-pongo-unas-cuantas-explosiones” Bay y centrémonos sólo en las dos películas. En la primera se desencadenaba la lucha entre autobots y decepticons, dos facciones de robots extraterrestres con la habilidad de transformarse en otros vehículos, que aterrizan en la tierra para –respectivamente– matar y proteger al joven Sam Witwicky y la destinada a ser su novia Mikaela (es decir, Megan Fox), en posesión de unos artilugios que en malas manos pueden resultar de gran poder. Tras la derrota y desactivación del líder decepticon, Megatron, parece que todo haya finalizado. Sin embargo, en la nueva entrega los decepticon no tienen pensado rendirse tan fácilmente, y tras despertar de nuevo a su amo, proceden a recurrir a la ayuda de The Fallen, un robot que conoce el paradero de un arma que puede poner en peligro el planeta Tierra.

Captura patrocinada por Michael Bay.

Quien no haya visto la película que se prepare para un lío argumental, ya que si juegas la campaña autobot siempre ganaran los buenos buenísimos y si juegas la campaña decepticon siempre ganaran los malos malísimos. Lo cual provoca que ambas difieran de lo que realmente pasa en la película. Antes y después de las misiones tendrás un breve briefing, que suelen ser igual para cada bando. Los autobots hablan de los pocos daños colaterales que han causado y lo prudentes que deben ser, mientras los decepticons hablan de lo malotes que son y la mucha destrucción que deben causar. E intentan contar chistes. Dado lo malos que son, que lo cuenten voces robotizadas casi átonas no ayuda más que a causar vergüenza ajena.

Tras un breve tutorial tendremos que ir cumpliendo misiones alrededor del mundo en paralelo a los sucesos de la película. No se han comido mucho la cabeza con el sistema de combate: un botón para puñetazo y un gatillo para pasar a un modo de apuntado que te permite alternar entre las dos armas a distancia del robot, que varían según el personaje. Normalmente una es algo malilla y la otra peor. Pocos juegos he visto con menor contundencia de fuego. Quitando un par de casos excepcionales –Megatron, Optimus Prime y los francotiradores de ambos bandos– casi siempre lo mejor es ir acercándose mientras disparas y luego ofrecerle la visión en primera persona del rito comúnmente conocido como “arrear una somanta palos”. Las armas podrían ser algo más eficaces de no ser porque se recalientan cada dos por tres, obligándote a cambiar al arma secundaria y recibir una buena ración de plomo mientras. Hay un par de ataques especiales para combinar con la transformación de vehículo… pero no es que la cosa mejore, precisamente.

Pimp my ride.

Estoy seguro de que cualquier niño de seis años que haya entrado a ver la película podría haber ideado al menos una alternativa mejor al manejo de vehículos que la que ofrece el juego. Para estar transformados hay que mantener pulsado un gatillo, que además acelera automáticamente. El simple hecho de estar parado en modo vehículo requiere de dos gatillos. Porque claro, eso de pulsar un botón y que se quede transformado es una idea de locos. Y ni te cuento la posibilidad de que ese botón sea diferente al de disparo para evitar equivocaciones. Si desde luego, a algunos se nos ocurren unas tonterías… Por cierto, no hubiese estado mal consultar a alguien cómo narices adecuar los controles de un helicóptero para que manejar a Grindor por el escenario no sea un maldito infierno.