Warhammer 40,000: Space Marine
Ultramarines.
Mucha gente ha estado definiendo este Warhammer 40.000: Space Marine como un clon de Gears of War ambientado en el universo de las miniaturas de Games Workshop. Y si bien es cierto que hay alguna similitud entre ambos planteamientos también lo es que Relic ha sabido darle una vuelta a la fórmula -para bien o para mal- que aleja diametralmente ambas experiencias.
Por ejemplo una de las diferencias fundamentales es, por extraño que pueda parecer en un juego de acción en tercera persona moderno, que aquí no hay coberturas. Claro que puedes ponerte detrás de una roca y evitar las balas, pero no hay ningún botón que te pegue a ella ni tampoco puedes disparar sacando solo el arma, ni pasar de una a otra automáticamente o salir de donde estés escondido saltando por encima. Sin embargo los combates sí que se plantean de forma similar: tenemos armas de cuerpo a cuerpo -una espada sierra, un hacha y un martillo- y armas de largo alcance y enemigos que nos hacen emboscadas o que están pululando por ahí tanto en espacios abiertos como en espacios cerrados.
Hay otra decisión fundamental que nos ayuda a ver por dónde ha querido ir, en este sentido, Relic: la vida no se regenera y tampoco hay botiquines. Solo podemos recuperar salud de dos formas, que son ejecutando enemigos de élite -los fuertes- o cargando la barra de Furia y desatando una especie de power up que nos da fuerza y, poco a poco, algo de vida.
Te obligan, pues, a que te enfrentes a la acción como un valiente. Para un Ultramarine cubrirse tiene que ser de nenas, y no debían querer que los combates fuesen como el juego del escondite. Si estás tocado de vida no te queda otra que salir a por todas e ir a buscar lo único que sabes que te puede salvar: la confrontación directa con enemigos fuertes, ya sea contra los orcos o, más adelante, contra otras facciones. En realidad solo hay dos botones de ataque, uno para golpear y otro para aturdir, y si lo que quieres es ganar vida tendrás que optar por lo segundo. Una vez lo tengas a tu merced, y tras ver una bonita pero terriblemente repetitiva animación, lo ejecutarás. Y como si fueses un mapuche absorberás la vida del caído.
Durante las primeras horas esta mecánica es agradable porque los combates no son demasiado complicados y la mezcla entre disparos y espadazos se autoequilibra muy bien. Pero a medida que avanza la historia te das cuenta de que mientras estás ejecutando a alguien te pueden dar y matarte, y muchas veces das situaciones por perdidas porque, simplemente, es casi imposible acercarse a alguien. Así que optas por un enfrentamiento de lejos.
El combate sigue esa misma línea; al principio intuyes cierta evolución en las armas porque solo puedes llevar una de cuerpo a cuerpo y vas descubriéndolas poco a poco y tienes que elegir con cuál quedarte. Lo mismo pasa con los rifles y pistolas, que te los vas encontrando por ahí y puedes llevar hasta un máximo de cuatro. Es una pena que llegue demasiado pronto el punto en el que te das cuenta de que ya lo has visto todo y de que solo te queda repetir una y otra vez lo que venías haciendo; se hubiese agradecido mucho nuevas animaciones, poder desbloquear combos y enemigos que requiriesen de mecánicas propias para ser eliminados.