Wheelman
!Qué pasa neeeeeeeng!
Recuerdo cuando supe por primera vez de la existencia de Wheelman. Como barcelonés que soy y amante de los juegos de acción al estilo GTA, mi primera reacción ante la noticia de que Midway estaba trabajando en un sandbox cuyo escenario era mi propia ciudad fue una gran sorpresa. En positivo, claro. Cuando se publicaron las primeras imágenes, mis camaradas y yo nos apresuramos a identificar los lugares que habían sido recreados. Empezamos a especular sobre lo que podríamos hacer con la libertad destructiva que nos brindan habitualmente este tipo de juegos de simulación criminal.
La posibilidad de sembrar el caos –o como se dice ahora, hacer el cabra– sobre las mismas calles que nos pateamos cada día bajo el compás de hacer lo correcto para el orden público era algo sumamente atrayente. Ese juego, Wheelman, parecía estar destinado a convertirse en una especie de válvula de escape videolúdica. Si además era tan bueno como el prodigio de Rockstar ya podíamos darnos con un canto en los dientes.
Meses después, y con esta Barcelona virtual completamente recorrida y tan destruida como mi habilidad me ha permitido, puedo decir que ha estado una experiencia entretenida y recomendable para aquellos que buscan un juego de acción directo y sin tapujos. La mayor parte del juego nos lo pasamos conduciendo desenfrenadamente los coches y motos que vamos robando por la calle; de esta forma, la esencia de Wheelman se encuentra en las locuras que hacemos una vez nos ponemos al volante. Es un juego de esos en los que no hay que pensar mucho, cuya concepción es totalmente arcade y donde simplemente tenemos que dejarnos llevar para dar rienda suelta a nuestras flipadas. Es lo que se propone y lo cierto es que lo consigue, sin embargo, también tiene errores –y no son pocos– que empañan el resultado final. Vamos a repasar unos y otros.
"Sólo quiero un coche rápido y un lugar donde ir"
Para empezar, y como habrán podido comprobar los que se hayan bajado la demo, Wheelman arranca de forma explosiva. Somos Vin Diesel, estamos dentro un bonito coche deportivo en Plaza Catalunya y, para proteger a una bella ladrona, hemos de escapar a toda prisa de la policía. En nuestra huida recorremos la ciudad a velocidad de vértigo, nos saltamos todas las normas de circulación, estampamos a nuestros perseguidores contra las paredes y nos fugamos de la forma más ruidosa y destructiva que uno podría imaginarse. Todo salta por los aires de forma exagerada. Las leyes de la física juegan a favor de un espectáculo al más puro estilo de una película de acción con coches pero multiplicado por dos.
Y es que la sutileza no va precisamente con Milo Burik, el personaje al cual encarnamos en este juego, y que como hemos dicho interpreta el cachas actor norteamericano Vin Diesel. Es una especie de agente secreto llegado de Miami con el objetivo de investigar los bajos fondos de Barcelona y acabar con la llamada —atención— Hampa Catalana. Así, de forma resumida, a lo largo del juego la historia principal nos obliga a cumplir una serie de misiones que nos llevan a trabajar para las distintas facciones criminales que controlan la ciudad.
El caso es que en ningún momento se nos acaba de explicar cuál es exactamente nuestra misión y nuestro objetivo. Ni tan siquiera sabemos porqué estamos en Barcelona. Simplemente vamos realizando las tareas que nos van ordenando y, mientras tanto, somos testigos de un argumento muy mal narrado y sin ningún tipo de fundamento. El desfile de maleantes cargados de tópicos, que básicamente se dividen por su procedencia geográfica, es la tónica general de la historia. De forma que si lo que buscas es una historia absorbente, con unos personajes bien elaborados y un narrativa inteligente y audaz ya puedes huir despavorido de Wheelman, porque aquí lo único que encontrarás son grupos criminales con nombres tan ridículos como "Los Chulos Canallas".